
El pasado jueves fuimos a Gijón mi padre y yo, como cuando fuimos a ver la exposición de Carlos Cánovas en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. Esta vez íbamos a ver la retrospectiva de Lee Friedlander en el Centro Cultural Antiguo Instituto Jovellanos. Por cierto, que cuando estuvimos en Valladolid, esta estaba expuesta en Salamanca, y esta vez, la de Carlos Cánovas estaba en el Centro Niemeyer de Avilés.
Antes de llegar a Gijón nos dimos una vuelta por Tina Menor y Tina Mayor, que son unas marismas que hay en Cantabria, en el límite con Asturias. Hicimos unas fotos en Tina Menor y paramos para comer en Unquera, en un bar en el que ya habíamos comido en su día, entonces yo podría tener unos 16 años. En aquella ocasión íbamos mi hermano Borja, mi padre, mi madre y yo, en un viaje de Galicia a Donosti, después de unas vacaciones de verano. Parece que todo son casualidades, las exposiciones, el sitio donde comimos… Después de comer en el bar La Asturiana, salimos de Unquera directos a Gijón para dejar el coche en el parking e instalarnos en el Hotel Hernán Cortés, un hotel bastante cómodo y atractivo, que me ha encantado. Ha sido la habitación más grande que he visto en mi vida, incluso más grande que el salón de mi casa, me quedé estupefacto al verlo. El baño, como era de esperar, también, enorme.
Una vez dejados los bártulos en el hotel fuimos a ver la escultura de Chillida, Elogio del Horizonte. En un viaje a Galicia de hace unos cuantos años paramos en Gijón porque yo quería comprar unos carretes de película en r3, que es una tienda de fotografía analógica bastante conocida en el mundillo de lo analógico en España. Entonces compré un carrete de negativo color de Fujifilm por 3€, y ahora cuesta, ese mismo carrete, 16,50€. Y tengo el recuerdo de ver a lo lejos la famosa escultura de Eduardo Chillida, y ahora, por fin, la he visto. Era una cosa que tenía pendiente de ver. Es como cuando vas a Opakua al monte y no ves el Laberinto del Arno, pues, eso mismo.
Una vez hecha la foto con trípode y los filtros correspondientes para darle una exposición larga volvimos al hotel a dejar las cosas y seguido nos dirigimos a ver la exposición. Preciosa, por cierto. Lo que más me gusta de todo es ir con mi padre y que te cuente cómo le inspiraron en su vida las primeras fotos que vio de ese fotógrafo y cómo te va contando cosas que dices: cuéntamelo todo para tenerlo yo guardado, o sentir ese afecto, esa debilidad que compartimos mi padre y yo por la fotografía, y por el jazz. Porque este fotógrafo había hecho también portadas de discos de jazz, aunque los dos pensamos lo mismo, yo le dije a mi padre que pensaba que habría más fotos de jazz y él me dijo lo mismo.
Después de ver la expo, fuimos a cenar a una pizzería italiana buenísima, porque yo me había empeñado en pizza. Primero habíamos visto un sitio en google maps más apetecible, pero estaba cerrado, y como por la zona había varios restaurantes italianos, y un par de pizzerías, elegimos una que tenía muy buena pinta, y la verdad es que estaban muy buenas y se notaba que eran totalmente artesanas. De vuelta al hotel a dormir, y al día siguiente, a desayunar en el buffet libre, que por cierto, esta vez no me puse las botas de comer como en Valladolid.
De Gijón fuimos directos hasta San Vicente de la Barquera. A algunos os sonará porque de allí es Bustamante, el cantante de OT. Primero paramos en el puerto, para ver la ría, y luego en el segundo puente, el que cruza la marisma de Rubín y comunica con el Parque Natural de Oyambre. Estaba precioso, con unos reflejos que parecía que eran intencionados, como cuando editas una foto con photoshop, de lo perfecto que estaba. De ahí nos dirigimos hasta Comillas por la carretera de las playas. Callejeamos un poco por el pueblo y comimos en uno de los pocos sitios que había abiertos. Navajas, ensalada de ventresca, y croquetas de jamón. De postre, mi padre, flan de queso, y yo, de chocolate, tenía mono desde el desayuno, así que he pedido un flan de chocolate.
Y hasta aquí el post de hoy.
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