
Cada vez estoy escribiendo menos ya sea por falta de inspiración, a la hora de contar anécdotas o de escribir sobre lo que he hecho entre semana, o porque esta semana, que digamos, no ha sido nada especial. Resulta un poco cansado tener que escribir todas las semanas en el diario. A veces me paro a pensar que debería escribir en mi diario pero luego me digo a mi mismo, si ya está todo dicho, para qué voy a escribir más.
Recuerdo una vez que estando en el colegio en invierno, no sé cómo, pero salí del cobertizo cerrado que teníamos para cuando hacía mal tiempo. Y ese día estaba nevando y hacía mucho frío, por eso nos tenían metidos en el cobertizo, que además era el gimnasio del colegio, así que me fui al parque a jugar con la nieve. Me quité todo para hacer un muñeco de nieve. Me quité la bufanda, el gorro e hice un muñeco de nieve con unas chicas un poco mayores que yo, que también estaban fuera del gimnasio.
También recuerdo que en el propio colegio había una residencia para estudiantes y allí iba yo, cómo no, para perder clase por las tardes, porque me gustaba estar en esa sala que tenía sofás sin que los profesores ni las monjas del colegio supiesen dónde estabas.
Lo que me viene a la mente es que a mí el tema del colegio se me hacía eterno, solo de pensar que iba a estar estudiando desde los dos años hasta los 16 o 18. Eso hacía que me desesperara creyendo que nunca iba a llegar el momento de no ir más al colegio, porque, aunque no era muy buen estudiante que digamos, me costaba atender y estar concentrado, y también procesar las cosas, y sobre todo tener, lo que llaman la madre de la ciencia, sí, paciencia.
Y hasta aquí el post de hoy.
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