
Miércoles, día de sesión con mi psicoterapeuta, cosa que me duele mucho. Me dice que tengo que abrirme más con él para que pueda ayudarme, que me estoy haciendo mucho daño a mí mismo, cosa que cuando por fin me abra y esté limpio, como él dice, podré estar más satisfecho conmigo mismo.
Como ya os he contado en anteriores capítulos mi etapa de la adolescencia fue bastante dura y no acabo de asimilar mi realidad. Eso lo tengo tan marcado que me llevó a un ingreso que estuve dos meses en agudos y ocho meses en San Juan de Dios. Y, como dice mi tía Bego: si Dios quiere, el 12/12/2022 hará 10 años. Es de las pocas fechas que recuerdo, a no ser que sea un cumpleaños, pues me marcó bastante, como es normal.
Dicho esto, el mejor recuerdo que guardo de allí es el haber conocido gente de todo tipo, en diferentes circunstancias, aunque de los médicos, los enfermeros y auxiliares, en su justa medida, porque usaban mucha acción mecánica, te ataban a la cama y pinchacito. Esto lo he hablado con mi psiquiatra actual, ella trabaja como médico de guardia en agudos, y me dice que sí está de acuerdo en que no es muy legal, pero que si un paciente está con un brote bastante gordo y no hay manera de que recapacite, como último recurso, se usa. Eso sí, se las tendrán que ingeniar para buscar otras alternativas, porque yo lo he sufrido, y es bastante tortura lo que hacen ¿no os parece?
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