Estoy aprendiendo mucho en la EPA. Queda poco para el puente del Pilar. La verdad es que no he fallado ni un día y me estoy sorprendiendo de lo que soy capaz de hacer.
Estoy con gente bastante mayor que yo, que además son unas personas maravillosas. Tenemos dos profesoras simpatiquisimas, a las que aprecio mucho. A veces hasta nos dan lecciones de la vida, lo cual no está demás.
También tengo que reconocer que hay días que me da pereza ir, pero me digo a mi mismo: “tú quieres abandonarlo todo? o luchar por lo que quieres hacer?” y yo me digo que luchar. Por el camino, iba en el autobús pensando: “Qué hago, me salto la parada o no me la salto?” Y al final digo: “me bajo ahí”. Y una vez más, he llegado el primero de la clase.
Hoy casi me pongo a llorar porque la gente me tiene tanto aprecio que dicen: “el joven tiene que tener un aguante con nosotros…” y yo les digo: “qué va. Es la mejor clase que me ha tocado.” Bueno, es gente maravillosa, que, como decía nuestra profesora hoy: “tienen mucho mérito de ir a clase con la edad que tienen.” Porque hoy me he enterado de que son como de la edad de mi abuela Maribel, o sea, que para mí, son todos como mis abuelos, y yo para ellos como su nieto.
Luego me he parado a pensar que, el día que suba de clase y no estén ellos, me dará mucha pena. Además recuerdo el temor que tenía y lo agobiado que iba para apuntarme. ¿Qué clase me tocaría? ¿quiénes serían mis compañeros?, y ahora resulta que es la mejor clase que he tenido nunca. Porque, como digo yo, soy como el niño mimado de la clase.
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