
Una cena formal y divertida es la que hemos tenido para despedir este 2020 tan malo por la Covid. La verdad que me lo tomo bastante en serio lo de la última cena del año. Me hice un completo acicalamiento: ducha, cortado de uñas, cepillado de dientes y la mejor camisa para entrar bien al 2021, porque 2020 ha sido un annus horribilis para casi todo. Como decía mi hermano Juan en un mensaje: el fallecimiento de mi amama, el cáncer de Ane, la novia de mi hermano Borja, y la dichosa pandemia. Sin embargo, la futura casa nueva de mis padres y el nacimiento de mi sobrino Martín han sido dos buenas noticias.
Nos pusimos en el salón a tomar la precena antes de que todo estuviera listo para el gran banquete, y de allí pasamos al comedor. Durante la cena, mis hermanos junto a mi padre estuvieron bebiendo unos buenos vinos y yo, como no, con mis tónicas con lima exprimida que tanto me gustan. También en el momento de la cena demostré a todos que puedo abrir con sumo cuidado una botella de cava. Ah y se me olvidaba, también trajeron a mi sobrino Martín y allí estuvimos con él en la cena, se portó de diez. Ni un lloro, ni nada, a pesar del ruido que había en nuestro pequeño comedor-habitación. Después de la cena nos pusimos a ver las campanadas. Primero estuvimos viendo La Sexta pero como la mayoría decía que prefería verlas en TVE pues ahí que nos pusimos a ver las de Ane Igartiburu con Ana Obregón. Ya después de eso, a cuenta de las risas con las uvas, de que es muy rápido y tienes que comerlas todas seguidas, hicimos una videollamada a mi hermano Juan y a su mujer Myri. Como había toque de queda los de fuera se tuvieron que ir raudos y veloces de casa.
En la mañana del día 1 de enero mi padre y yo, nos hemos deleitado con el tradicional concierto de Año Nuevo desde Viena, que, una vez más, nos lo hemos visto hasta el final. Luego Miguel ha venido a vernos, y Borja se ha quedado a comer con nosotros.
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